Navidad, dulce Navidad ¿para todos?
Llega diciembre, el mes de la Navidad y con él, llega el momento de poner el árbol, montar el Belén, colgar las luces y colocar los adornos navideños, comer turrones y mantecados (si te gustan), las reuniones familiares, el olor a castañas, Papá Noel, los Reyes Magos, y un largo etcétera. Todo a nuestro alrededor nos hace pensar que “debe ser” una época de alegría, felicidad, solidaridad, pero la realidad es que no todas las personas disfrutamos de las fiestas navideñas como nos gustaría.
Miles de veces he escuchado a mi alrededor frases como “Uff, a mí no me gusta la Navidad”, “Me gustaría dormirme y despertarme en enero, después de Reyes”, “No me gustan para nada las Navidades”, ”Borraría, si pudiera, esta época del calendario”…Yo misma lo pienso y lo digo, pero ¿qué me ocurre? ¿soy rara?
Absolutamente NO. Muchas personas piensan igual que yo. La Navidad está asociada a una serie de circunstancias que generan agobio y estrés, como por ejemplo, las aglomeraciones en los centros comerciales, excesivo tráfico, atascos, cambios en la rutina, comilonas, gastos excesivos (muchas veces por encima de nuestras posibilidades), reuniones “obligadas” para muchos, rechazo y malestar al tener que soportar a algunos familiares problemáticos, etc.
A todo ello, debemos añadirle el factor más importante: la presión que genera esa «obligada» felicidad. De esto se encargan los medios de comunicación, a través de anuncios de bombones, de turrón, de juguetes, o de productos inalcanzables, de cosas materiales innecesarias que se suponen nos van a aportar felicidad si las poseemos, precisamente en unos momentos en los que todavía nos estamos recuperando de la crisis, y hemos tenido que ajustar la economía y reducir gastos.
Algunas veces, detrás de ese rechazo a las fiestas navideñas hay un motivo mucho más importante que todo lo anterior, como es mi caso, la pérdida de un ser querido. Cuando se pierde al pilar fundamental que sostiene a una familia, (yo diría el miembro más importante después de un hijo o una hija), la Navidad nunca vuelve a ser igual. Aunque recuerdes a esa persona cada día de tu vida, cada minuto y cada segundo, en Navidad la recuerdas con más intensidad, su ausencia es más acusada, y por tanto, más triste. Más aún cuando ves anuncios en los que nos venden que la Navidad es una fecha para compartir en familia, todos juntos, felices y contentos. En muchos casos, algo muy alejado de la realidad, lo que produce un bajón anímico asegurado.
Recientemente he aprendido que esta tristeza, que invade a muchas personas (y yo soy una de ellas) durante estas fiestas, tiene un nombre, se conoce como “depresión blanca“, “depresión navideña” o “Blues de la Navidad“. Según la Asociación Europea de Psiquiatría Social, un 20% de los españoles padecen este problema. El ambiente de alegría y dicha colectiva motiva la añoranza y la tristeza por la falta de familiares o amigos allegados. Es entonces cuando las personas pueden deprimirse. Si conoces a alguien en esta situación no trates de restarle importancia (¡¡¡Dios mío, me ha pasado, siiii!!!) sino más bien todo lo contrario, y muéstrale tu empatía. Es lo mejor que puedes hacer por él o ella.
Tanto si te gusta como si no te gusta la Navidad, hay que aprender a disfrutar de ella, tratar de ser feliz siempre por encima de todo, y extraer la parte buena a cualquier situación. Y en eso, la actitud de cada persona es la clave. Yo quiero tener una Navidad feliz, y lo mismo te digo a tí que me estás leyendo, y estás en mi misma situación. Si tienes hijos pequeños, haz lo posible por grabar un bonito recuerdo de la Navidad en su memoria y en su corazón. Cuando sean mayores, te lo agradecerán. Mi madre se encargó de grabar ese recuerdo en la mía, y yo me encargaré de hacer lo mismo con mi hija. El tiempo pasa volando, así que no pierdas las oportunidades que la vida te regala de ver a tus hijos disfrutando de su Navidad. Si no tienes hijos, hazlo por hacer feliz a las personas que te rodean, y sobre todo, hazlo por ti.
«Quien siembra alegría, cosecha felicidad»
Conseguirlo es algo que sólo está en tus manos, y en la actitud que tomes ante la vida.
¡Feliz Navidad 2017!